HABLEMOS DE LA CALMA – Verónica Cantero

HABLEMOS DE LA CALMA

En el budismo, la calma es fundamental. Requiere aquietar la mente, las emociones y los pensamientos que fluyen sin cesar, sí es como nos alejamos de los estados de confusión o agitación y estaremos más cerca de la paz interior.

La peregrinación comienza en la base, sigue un sendero alrededor del templo y sube por niveles que representan la cosmología budista:

El mundo del deseo:

podríamos distinguir entre el deseo no saludable y el saludable. El deseo no saludable será como un parásito en nuestra salud psicológica, produciendo lo que el budismo a menudo llama “sufrimiento” para que podamos entenderlo. Por otro lado el  deseo saludable puede contribuir al bienestar psicológico, la felicidad y la paz. Si colocamos el deseo saludable y el no saludable en una balanza, en un extremo podremos tener los motivos por el cual algunas personas llegan a hacer las peores y más horribles cosas. Pero en el otro lado de la balanza, el deseo expresa algunos de los aspectos más bellos y nobles de la vida humana.

Una forma de distinguir los dos extremos de este mundo es diferenciar entre deseo y aspiración. Cuando el Buda señaló la causa del sufrimiento, usó la palabra tanhà o sed. Representa el deseo que es de alguna manera compulsivo, impulsado y, por lo tanto, no es fácil dejarlo ir. Este tipo de deseo suele ir acompañado de apego, contracción, tensión o presión.

Los caprichos tienen su precio y no siempre tienen porque ser económicos, en algunas ocasiones los caprichos estarán minando o parasitando tu vida espiritual, tu vida personal o incluso estarán acabando con tu salud. Las personas han destruido sus vidas actuando sobre sus adicciones. Cuando el anhelo o la desesperación tienen el control de tu vida, es muy fácil tomar malas decisiones. La libertad, es decir, el libre albedrío y la capacidad de elegir sabiamente, requiere de un compromiso contigo mismo, con el sentido de la ética y el bien común.

El deseo cobra un precio en nuestros cuerpos cuando se expresa como tensión física. Y puede tener un costo aún mayor en nuestras mentes: el deseo constante puede agotar la mente.  El deseo insatisfecho puede convertirse con demasiada facilidad en frustración e ira. Uno de los descubrimientos sorprendentes que hacemos en la meditación consciente es la presencia y constancia que tiene la mente en el estrés, el ruido y el influjo del anhelo o sufrimiento. Y así es como la mente persigue sus propios pensamiento, es la razón principal para que esta actúe así.

el mundo de las formas:

También, mundo de la materia. La división media del mundo triple, situada por encima del mundo del deseo. Los seres de este reino tienen cuerpos físicos y están sujetos a ciertas restricciones materiales, pero están libres de deseos y se alimentan de luz. El mundo de la forma consta de los cuatro cielos de meditación y se subdivide en dieciocho cielos (dieciséis o diecisiete según otras explicaciones). El más alto es el Cielo Akanishtha, o la Cumbre del Cielo del Ser. La palabra sánscrita rūpa significa forma, apariencia externa, color, fenómeno o cosa, y dhātu significa mundo o reino.  Cuando, practicando las cuatro etapas de la meditación, uno se libera de las ilusiones del mundo del deseo, puede renacer entre estos cuatro cielos de meditación. Los cuatro cielos de meditación también se consideran cuatro niveles de conciencia que uno puede alcanzar practicando la meditación correspondiente. Cuatro niveles de meditación que permiten a aquellos en el mundo del deseo deshacerse de las ilusiones y renacer entre los cuatro cielos de meditación en el mundo de la forma. La primera meditación conduce al primer cielo, y así sucesivamente. En la primera meditación, uno se libera de los deseos de los sentidos y del compromiso de las malas acciones y así experimenta placer. En la segunda meditación se experimenta concentración mental y serenidad interior, lo que también produce placer. En la tercera meditación, uno siente verdadera alegría y ecuanimidad. En la cuarta meditación, uno gana el estado que trasciende tanto el sufrimiento como la alegría. Los cielos de meditación también se interpretan como los estados de conciencia alcanzados por los practicantes de las meditaciones correspondientes. (quiero dar las gracias a https://www.nichirenlibrary.org/ por esta aportación tan valiosa)

el mundo de la ausencia de forma:

Por encima de nuestro mundo ordinario, existen dos reinos: el reino de la forma (rupadhatu) y el reino más superior aún de la ausencia de forma (arupa-dhatu), la consciencia cósmica, Arupadhatu es una palabra sánscrita que significa “espacio sin forma”. Es un término utilizado principalmente en el budismo para referirse a la esfera más elevada de la existencia y en la que puede tener lugar el renacimiento. También se le conoce como arupa-loka , o “mundo sin forma”.

En arupadhatu, los deseos y las sensaciones han desaparecido y es en este reino o plano donde viven los espíritus puros. Arupadhatu es la etapa final antes del estado de pura felicidad conocido como nirvana. Y es aquí dónde queremos ir, dónde es un honor acompañaros en cada uno de los servicios que ofrecemos desde CNI CÓDIGO CORAZÓN.

Me gustaría hacerte hoy esta invitación:

**La sensibilidad y la conciencia que provienen de la práctica de la atención plena apoyan el descubrimiento de nuestros deseos y aspiraciones saludables. La atención plena no solo nos ayuda a ponernos en contacto con nuestras aspiraciones sino que nos aleja del estrés y el sufrimiento del mundo de los deseos. Hemos de tener consciencia que aunque lo que deseemos pueda ser saludable se puede convertir en sufrimiento, hay que estar atentos, vivir de una forma consciente qué estamos deseando y como lo estamos enfocando en nuestro día a día. Darse cuenta de la tensión física y mental, la presión y la inquietud nos hace mantener el mundo de los deseos a raya.

El saludable deseo de libertad y compasión puede fluir como un poderoso río que encuentra su descanso al alcanzar el vasto océano.

Poema del Dalai Lama sobre la calma:

«Se llama calma y me costó muchas tormentas.

Se llama calma y cuando desaparece, salgo otra vez a su búsqueda.

Se llama calma y me enseña a respirar, a pensar y repensar.

Se llama calma y cuando la locura la tienta se desatan vientos bravos que cuestan dominar.

Se llama calma y llega con los años cuando la ambición de joven, la lengua suelta y la panza fría dan lugar a más silencios y más sabiduría.

Se llama calma cuando se aprende bien a amar, cuando el egoísmo da lugar al dar y el inconformismo se desvanece para abrir corazón y alma entregándose enteros a quien quiera recibir y dar.

Se llama calma cuando la amistad es tan sincera que se caen todas las máscaras y todo se puede contar.

Se llama calma y el mundo la evade, la ignora, inventando guerras que nunca nadie va a ganar.

Se llama calma cuando el silencio se disfruta, cuando los ruidos no son solo música y locura sino el viento, los pájaros, la buena compañía o el ruido del mar.

Se llama calma y con nada se paga, no hay moneda de ningún color que pueda cubrir su valor cuando se hace realidad.

Se llama calma y me costó muchas tormentas y las transitaría mil veces más hasta volverla a encontrar.

Se llama calma, la disfruto, la respeto y no la quiero soltar…»

 

Vamos al corazón… voy contigo!

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